Blog dedicado a la pareja más perfecta en este mundo. La pareja de Alec Lightwood y Magnus Bane. Malec
viernes, 11 de enero de 2013
Oscuridad
Su existencia había estado a punto de venirse abajo, un demonio casi terminaba con su vida momentos atrás. Los gritos de Isabelle resonaban aún por su mente, y lo único que había allí era oscuridad. Oscuridad y frio. Todo bajo aquellas negras aguas, sentía el sabor del agua marina en su boca, o tal vez fuera sangre, pero allí estaba.
Abrió lentamente los ojos buscando a sus hermanos. El miedo invadía su corazón con el sentimiento del último recuerdo que tenía de un Jace luchando para salvarle de aquel demonio convocado por Valentine. Y nuevamente estaba allí, Isabelle gritando su nombre, haciendo eco por todo su corazón.
En el fondo, todo eso no importaba, ¿de qué sirve ser Nefilim? Si al final la lucha solo se queda allí, si el morir en combate es bueno para todos. Alec no era así: temía matar un demonio, no tenía el valor suficiente para empuñar una espada directa al cuello de cualquiera de esas criaturas, y tampoco tenía el valor suficiente para decirle a sus padres lo que en realidad era, lo que en verdad le gustaba o quería; y que en ese momento, solamente hubiera estado esperando, ver aquellos ojos de gato resplandecientes de noche, oler un poco aquel perfume que tanto le gustaba, o un simple destello de purpurina en el aire.
Las fuerzas regresaban a él, con cada pensamiento se recuperaba. Lo primero que notó fue un frío glacial, lo segundo que apenas podía respirar. Lo tercero, fue que estaba allí, justo enfrente de él Magnus Bane, quien llevaba las ropas empapadas. Lo había rescatado de aquella oscuridad.
Muchas cosas pasaron por su cabeza en aquellos momentos, desde la estela que debía llevar en su cinturón, el barco, los demonios, Jace, sangre, Isabelle. Profirió un grito y empezó a escupir palabras, preguntando por todo y hablando golpeadamente al brujo. Pero no tardó más de dos segundos en darse cuenta de su error, de cómo estaba tratando a quien en ese momento se había convertido en su caballero de armadura empapada.
Escuchó las palabras de Magnus aquel ‘Yo hago cosas por ti porque… bueno, ¿por qué crees que lo hago?’ tan solo hizo que se le hiciera un nudo en la garganta, mientras que su corazón gritaba con todas sus fuerzas diciendo ‘porque me amas, tanto como yo te amo a ti, aunque nunca tanto’, pero no podría pronunciar eso, las posibilidades de que ese sentimiento no fuera correspondido eran infinitas.
Sabía que Magnus estaba débil, había gastado todas sus fuerzas intentando salvarlo a él y a sus hermanos, además de que mantenía la furgoneta a flote. El Nefilim se quedó mirando al brujo, contemplando cada uno de los rasgos en su rostro, los ojos de gato cansado, el pelo lacio cayendo sobre su frente y los hombros hundidos, ni siquiera parecía el ‘Gran brujo de Brooklyn’
Estaba nervioso, pero su corazón al instante dictó lo que tenía que hacer, por lo que sin esperar más, estiró las manos, ofreciendo su energía a Bane. Había entendido ya lo que siempre había sabido y que muchos de los guerreros de su raza se negaban a entender: el pelear no significa partirte el cuerpo en una batalla, no significa que tienes que enfrenarte a un demonio y destrozarle las entrañas. La verdadera pelea estaba en salvar a los que más quieres, cumplir con tu deber como Nefilim.
El brujo lo miraba confundido, y al mismo tiempo, sabía que Alec tenía razón, él necesitaba la energía que le estaba ofreciendo, pero sabía que el chico no llegaba a entender lo que eso significaba, eso le había enamorado de él, más allá de su cabello negro y los hermosos ojos azules, tenía un corazón que pocos guerreros pueden presumir, podía entender lo que era el sacrificio.
—Nefilim estúpido—.Pronunció mientras tomaba sus manos, Alec solo sonrió, sabía que el brujo necesitaba la energía y él estaba listo para darle todo lo que quisiera, con tal de que pudiera regresar a la batalla.
No pasó ni un segundo cuando el brujo, con las últimas fuerzas que le quedaban atrajo hacía él al Nefilim, haciendo que sus labios chocaran, fundiéndose en un beso profundo. No había nada más fuerte que eso, nada podría darle más vitalidad o energía que aquel gesto. No existía cosa alguna que comparada con ese beso, pudiera vencer a la oscuridad.
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